"Elegirás la vida: A 75 años de la Liberación de Auschwitz"

“Elegirás la vida”

“Elegirás la Vida”, dice el precepto, en el Antiguo Testamento, la “Torá”.

Hoy, lunes 27 de enero, se cumplen setenta y cinco años de la liberación de Auschwitz. Las Naciones Unidas instauraron esta fecha, como Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto. 

“Elegirás la vida”, dice el precepto.

La palabra holocausto viene del griego: “olos” significa todo. “Kaustos” o “kautos”, quiere decir quemado. En textos religiosos, holocausto implica una ofrenda sacrificada consumida por el fuego. En textos laicos, holocausto significa destrucción total.

“Elegirás la vida”, dice el precepto.

Durante la “Shoá”, el Holocausto, los nazis aniquilaron, sistemáticamente, judíos, testigos de Jehová, homosexuales, discapacitados, eslavos, gitanos, opositores políticos y prisioneros de guerra. Antes de asesinarlos, los degradaron. La primera humillación fue robarles la identidad: les quitaron el nombre. A cada uno, le tatuaron un número en el brazo.

“Elegirás la vida”, dice el precepto.

Hubo millones de masacrados. La cifra aturde. Un sobreviviente cuenta su historia, y en esos hechos resuena el eco de todas ellas.

Francine Christophe fue una, de las más de dos mil personas, de sesenta países, que dieron testimonio para el documental “Human”, “Humano”. Todos respondieron la misma pregunta: “¿Qué significa humanidad para vos?”. Esa película, y muchas de las entrevistas individuales, están Internet. Francine Christophe es escritora, poeta, nació en Francia, en 1933. El mismo año que Hitler recibió los poderes extraordinarios, que le permitieron gobernar sin tomar en cuenta la Constitución ni el Parlamento.

En esa entrevista Francine dice que era una nena, cuando la encerraron con su madre, en el campo Bergen-Belsen. La estrella amarilla, que los nazis ponían a los judíos, era enorme en el pecho de esa chiquita de ocho años. Los hijos de los deportados de guerra podían entrar, con algunos objetos, muy pocos. La mamá de Francine llevó para su hijita, dos trozos de chocolate. Le propuso guardarlos para cuando la venciera el hambre. La nena aceptó. Hélène, otra deportada, estaba embarazada. El día del parto, la madre de Francine, la acompañó. Antes de irse al hospital del campo, le preguntó a su hijita, cómo se sentía. “Bien”, dijo la nena. La madre le pidió permiso para darle el chocolate a la parturienta. Francine aceptó. Cuando las tres volvieron a la barraca, la beba no lloró, nunca.

Seis meses después, ese campo fue liberado. La bebita, enclenque, lloró por primera vez.

Pasaron muchos años, hasta que la hija de Francine, le preguntó qué hubiese sucedido si en 1945, al salir de los campos de exterminio, los sobrevivientes hubieran recibido apoyo psicológico. Francine le contó que tuvieron asistencia médica. Ayuda psicológica no había.

La respuesta de Francine al interrogante de su hija, fue organizar una conferencia sobre ese tema. Asistieron historiadores, sobrevivientes, médicos, psiquiatras, investigadores, terapeutas, gente común. Francine contó su experiencia y ofreció sus reflexiones. A la hora de las preguntas del público, una mujer se puso de pie, y se presentó: “vivo en Marsella, soy psiquiatra. Tengo algo para Francine Christophe”. Se acercó; sacó un chocolate del bolsillo; se lo dio y le dijo: “soy la beba”.  

“Elegirás la vida”, dice el precepto.  

Viktor Frankl, médico y filósofo, sobreviviente de Auschwitz, escribió “El hombre en busca de sentido”, obra que se publicó, por primera vez, en 1946. En esas páginas, él narra:

…”Jamás olvidaré aquella noche, en que me desperté con los fuertes gemidos de un compañero que se agitaba en sueños, bajo el efecto de alguna horrible pesadilla. Siempre me conmovieron las personas que sufren delirios o pesadillas angustiosas. Decidí despertar al hombre, pero en el último instante, me detuve, saqué rápido mi mano, asustado por lo que iba a hacer. Comprendí enseguida, de forma descarnada, que ningún sueño, por muy horrible que fuese, podría ser peor que nuestra realidad, una realidad a la que estuve a punto de cometer la crueldad de devolverlo”… También dice:  

…“Quienes vivimos en los campos de concentración recordamos a los hombres que iban de una barraca a otra, consolando a los demás, dando su último pedazo de pan. Tal vez no hayan sido muchos, pero dan prueba suficiente de que a un hombre se le puede quitar todo excepto una cosa: la última de sus libertades, la de elegir su actitud frente a cualquier circunstancia dada, la de elegir su camino”… 

Recordar. Depende de nosotros.
Cuidar. Educar para que no se repita. Depende de nosotros.
Elegirás la vida, dice el precepto.
La decisión depende de nosotros.